Hace ya algunos años me pidió mi amiga Concha Caballero, por entonces portavoz de IUCA en el Parlamento de Andalucía si quería ser miembro del Consejo Asesor de Ciencia y Tecnología de Andalucía a propuesta de IUCA. Por supuesto, acepté encantado y participé en todas las reuniones a las fui convocado. De todas y cada una de ellas elevé el Informe correspondiente al Consejo de la Organización. Nunca tuve respuesta ni positiva ni negativa de estos Informes.
Pocos años más tarde, mi amigo el Prof. Manuel Pérez Yruela, que era Director del Instituto de Estudios Sociales de Andalucía y a propuesta del Gobierno de la Junta de Andalucía (PSOE), coordinó un proyecto amplio y ambicioso que pretendía evaluar los Planes Andaluces de Investigación, me solicitó presidir el Panel de Física, Química y Matemáticas. El Documento final fue la recopilación de varios paneles con una brillante reflexión y conclusión del coordinador general sobre las universidades andaluzas. Hasta donde llega mi conocimiento sus conclusiones nunca fueron tenidas en cuenta.
Pasaron algunos años y un buen amigo, Rafael Salas, parlamentario del PP-A, me pidió participar en un Proyecto ilusionante, “Andaluces por el Cambio”, una suerte de foro donde la sociedad civil diera su opinión al PP-A sobre qué políticas implementar. Recuerdo que una de las Jornadas que organizaron bajo esta iniciativa fue dedicada a “Universidades y Centros de I+D+i en Andalucía”. Creo recordar que fueron dos días de sesiones. Todo fue muy bien, estábamos ponentes que expusimos nuestras ideas y participantes que debatieron con interés, y con frecuencia con mucho rigor. Pero llegó la última ponencia del último día. La impartió uno de esos invitados estrella que sólo habló de su empresa, de sus ideas y experiencias en Innovación. Acabó su charla, se levantó y se fue. Nos quedamos algunos sorprendidos de que no hubiera permitido el debate. Me dirigí a una de las organizadoras insistiéndole en la necesidad del debate, añadiendo que si no podía debatir no merecía la pena participar en este tipo de eventos. Lógicamente, no me volvieron a invitar.
Hace pocas semanas el profesor Luis Garicano, Responsable de Economía, Industria y Conocimiento de Ciudadanos, me pidió que colaborara en la elaboración de un mini Informe donde se hicieran propuestas concretas para aplicarlas de forma inmediata en el tejido de las Universidades y Centros de I+D+i en Andalucía. La petición se hizo con urgencia y prisa, ya que se pretendía presentar como propuesta a los Presupuestos de la Comunidad Autónoma, no obstante lo realicé lo mejor que pude y lo entregué el pasado 23 de Diciembre. A día de hoy, tampoco he tenido ningún tipo de respuesta.
No es necesario decir que no recibí, ni quise hacerlo, retribución alguna por ninguno de estos trabajos. Siempre lo he considerado como mi aportación al bienestar de los andaluces y mi obligación como miembro de la comunidad universitaria. Ni que decir tiene que las recomendaciones y los valores que los respaldan no han cambiado en todos estos años. Los problemas son similares y las soluciones, también: Un poco de meritocracia por allí, un poco de excelencia por allá, salpicado de evaluaciones rigurosas e incentivos justos. Investigación y educación, progreso y conocimiento. Lo de siempre.
Aunque siempre he agradecido la confianza que han depositado en mi, siempre he tenido la sensación de nadar contracorriente, de ser una voz que clama en el desierto. Los problemas son, año tras año, sustancialmente los mismos y parece que nadie quiere o puede ponerles remedio.
En esto de la vida uno se encuentra con situaciones que se repiten, algo parecido a lo del mito de Sísifo. Es la melancolía que acompaña a todo esfuerzo inútil.
Foto: “Coral Pink Dune Desert” by Stefano Chiarelli is licensed under CC BY 2.0