Hace unos días acepté el desafío que me propuso mi hijo: leer ambos al mismo tiempo el libro de Steven Pinker “En defensa de la Ilustración” que me había regalado por mi cumpleaños.
Tras leer el segundo capítulo no pude evitar salir corriendo a mi biblioteca a buscar dos libros. Ambos escritos por admirados colegas (y sin embargo amigos). Es sencillo descubir a partir de los títulos la razón de volver a leerlos con tanta urgencia. El primero de ellos lo escribió Enrique Fernández Borja y se llama “Entropía: la reina del desorden” y el segundo es de Alvaro Dominguez, “Información y entropía: La medida de lo no observable”.
La entropía es esa variable termodinámica que se utiliza en Física y se resbala entre las manos cuando queremos entenderla. Las magnitudes macroscópicas, también denominadas fenomenológicas, pueden ser derivadas desde descripciones microscópicas utilizando la Mecánica Estadística. El procedimiento para hacer esto es bastante simple. A partir de la denominada función de la densidad de probabilidad de un sistema microscópico que se expresa en función de las coordenadas y velocidades de los constituyentes del sistema que se quiere estudiar, se calcula el valor medio de la magnitud microscópica con equivalencia con otra macroscópica. Se pasa de describir un sistema con muchísimos grados de libertad , normalmente del orden del número de Avogadro (1023), a otro con sólo unas pocas de variables (densidad, presión, energía interna, temperatura, etc.). El problema por el que la entropía se resbala entre las manos es que su equivalencia microscópica es la propia función de densidad de probabilidad (realmente su logaritmo neperiano).
Pinker, catedrático de psicología en Harvard, intenta en el segundo capítulo de su libro trazar una analogía entre la entropía y las interacciones humanas sin demasiado rigor dando un salto muy arriesgado. Tengo la impresión de que lo que realmente le ocurre a S. Pinker es lo que describía C. P. Snow tan brillantemente en su librito «The Two Cultures and the Scientific Revolution» (1959) (Por cierto, Pinker lo cita en este capítulo): El problema con la Ciencia es que para entender los modelos que propone para interpretar la Naturaleza lo hace utilizando el mejor instrumento que ha desarrollado el cerebro humano, las Matemáticas. Puede ser que Pinker no domine este instrumento y eso que su esposa, Rebecca Goldstein, escribió un hermoso libro sobre uno de los matemáticos más grandes de la Historia, Kurt Gödel. Quizás debió consultar con ella algo más antes de escribir el capítulo.
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